Cuando hablamos de Sacerdocio el común de las personas tiende a vincular este concepto a lo que por miles de años hemos comprendido desde una visión cultural, principalmente desde una visión religiosa, donde viene casi inmediatamente a nuestra mente la imagen del cura vestido de sotana o vestiduras características de su institución, pero no solamente asociamos el concepto de sacerdocio a una forma de vestir, o como una opción de vocación que una persona puede tener en su vida, como lo podría ser un ingeniero, un diseñador o un contador, sino que asociamos el concepto de sacerdote a un historia y a una carga histórica que hay en este concepto, lo asociamos a personas que no viven la realidad del mundo, la que todos vivimos cotidianamente, lo asociamos a hombres, no mujeres, que dejaron de vivir como el resto de las personas y se dedicaron a estudiar durante muchísimos años y no tiene ni los conflictos ni los problemas que tenemos todo el resto de los seres humanos, una especie de seres elevados, que en estos tiempo de crisis cada vez menos personas respetan y consideran como exponentes de virtudes y valores humanos. Los miles de años de religiones con las que los seres humanos hemos vivido no dan espacio a que pueda concebirse o asociarse a algo diferente a este concepto.

De acuerdo a lo que definimos como sociedad, así como el médico se dedica a intentar sanar enfermos, definimos que los sacerdotes son aquellas personas que, por ejemplo, en la iglesia católica se dedican a ofrecer sacrificios, o tareas propias de su rol pastoral dentro de la institución, es decir, no concebimos al sacerdote fuera de esa institucionalidad o religión y tampoco los concebimos separados de la idea de un rebaño de personas que necesita de él, su gente, sus feligreses. Esto en líneas muy generales es lo que con justa razón muchas personas piensan sobre el concepto del sacerdocio.

Ahora, si profundizamos y nos hacemos preguntas sobre el sentido más profundo del concepto del sacerdote, entonces puede ser que nos sorprendamos bastante, porque hay en él varios elementos que posiblemente muchas personas no se han detenido a observar.

Si partimos de la base de que el ser humano tiene un elemento en su constitución, que es trascendental, es decir, que va más allá de su condición material y emocional, y que llamaremos espíritu, entonces tiene condiciones para colocarse de frente a una realidad superior, a la que llamaremos Dios. Cuando el ser humano conciente de ese elemento común entre su mundo espiritual y Dios, y opta por descubrirlo y conocerlo, colocandose bajo su guía y orientación, llevando a su propia vida las prácticas que Dios le enseña, para los objetivos y planes de Dios, entonces nace una relación entre un ser humano y una Divinidad. Una relación que implica una reciprocidad con una realidad que no es humana ni terrenal. A eso llamamos Sacerdocio.

El Sacerdocio Cristico no es un sacerdocio institucional, nunca lo fué, por el contrario es en esencia el vínculo, la reciprocidad pactada con Cristo cuán Divinidad, para servir a su causa de liberación, como siempre se supo que era desde antes de su encarnación en Jesús, pero que en el paso de los años, el hombre tomó esto para sus propios planes, propósitos y beneficios, vaciando así de sentido un pacto llamado Sacerdocio. Así también Cristo en su encarnación y en su intervención en esta tierra cambia la antigua ley para dar nueva Ley de Vida a todos los seres humanos y por consiguiente cambia también el antiguo Sacerdocio judio, “Porque cuando se cambia el sacerdocio, necesariamente ocurre también un cambio de la ley. Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar.” Hebreos 7, 12-13

La pregunta es, si Cristo es un Dios, que intervino en un tiempo, en una realidad, en lugares diversos, ¿por qué hoy no volvería a intervenir de un modo diferente, pero siempre acorde con la realidad y tiempos que vivimos si hay personas que tienen la fe, la confianza, la inocencia para reconocer esta intervención espiritual? El ser humano antes de Cristo se encontraba en una condición espiritual mermada, no tenía acceso al espíritu, mas el plan de salvación apuntaba a la liberación espiritual de los seres humanos, es entonces, que en los hechos de salvación, Cristo cambia esta condición y abiertos son los cielos para que todo ser humano pueda acceder a las instancias espirituales superiores para continuar con un plan que había quedado detenido. Todo esto fue entregado a los humanos sin hacer nada a cambio, solamente por Gracia, así esta dádiva colocaba al ser humano en un nueva condición para retomar el Plan de Salvación de Cristo.

Ese Sacerdocio que Cristo entrega a los hombres, ese sello, ese poder espiritual es el Sacerdocio que Él mismo pide a las personas que están dispuestas de servir, para que este Plan de Salvación continúe, y no se vuelva a repetir la historia que por tantos años retrasó la segunda venida del Cristo. El Sacerdocio que Cristo restaura para ejercerlo en estos tiempos no es una exclusivo de unas pocas personas, no es exclusivo de hombres o mujeres, o de un cierto pueblo, etnia, raza o país, sino que está disponible para toda personas de fe que esté dispuesta a colocarse al servicio de Cristo y su Causa.

Hoy no es extraño para nadie, confesar que vivimos tiempos convulsos, de permanente crisis y nos movemos en un entorno cada vez más incierto y caótico, pareciera ser que cada día que pasa, las crisis internas o externas siguen siendo más intensas, e incluso más sorprendentes, porque cada día que pasa seguimos viviendo aquello que de seguro no queríamos asumir. El ser humano en el paso de los años ha tenido diversos efectos producto de sus propias decisiones, fuimos creados libres, y es aquí donde nuestra prueba de administración hoy arroja resultados y evidencia de que en algún punto del camino hemos perdido el rumbo. Nos es Dios responsable de nuestras decisiones, pero aquí nos colocamos de frente a un punto fundamental, que es hacernos cargos de nuestras propias decisiones como humanidad, y eso implica, partir por nosotros mismos, es aquí donde nuestra Fe juega un rol clave, entendiendo que la fe no es una idea, sino que una convicción que me lleva a vivir estos tiempos de acuerdo a mi verdad interior, esa coherencia, esa opción interior que se refleja en cada una de mis acciones en los diversos aspectos de mi vida, tendrá efecto en los otros, si hemos llegado a este punto definitivamente hoy no podemos quedarnos en el silencio y mientras vemos que el sistema del mundo y sus engranajes sigue ahogando a las personas de bien.