“Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz”, declaró una de las canciones más conocidas de John Lennon, llevamos décadas escuchando esa y miles de canciones que pregonan la intención de vivir en paz,  ruegan por sociedades justas, donde no haya dolor o sufrimiento, ni hambrunas, ni niños maltratados, un mundo sin guerras y ni fronteras, donde todos los seres humanos podamos compartir esta gran casa llamada “tierra”

Si vamos más atrás en la línea de tiempo habrán quizás más obras de diversos tipos que plantean exactamente la misma intención. Porque el arte no es exclusivo de una época o una moda, el arte se ha hecho escuchar durante miles de años en millones de obras que llevan al ser humano a la reflexión. En la plástica, la música, la pintura, la literatura, la dramaturgia, etc. ¿Pero qué efectos han tenido los diversos tipos de expresiones de arte que han abogado por que el ser humano cambie sus modos de vivir? ¿Que nos asegura que esta vez podamos realmente hacer un cambio…?

Pareciera ser que mientras más intenciones hay en el mundo por hacer cambios duraderos, hay un choque de fuerzas invisibles en la tierra que hacen que este cambio se vea cada vez más lejano, y por ende, no pase más allá de ser solo un “imaginar”, una esperanza.

Mucho se ha escrito, pintado, cantado y esculpido sobre el tema, pero entonces cabe preguntarse ¿dónde están las claves del cambio? El cambio es por definición, acción y efecto de cambiar, cambiar es por definición, dejar una cosa o situación para tomar otra.Solo podremos dejar de imaginar cuando estemos en grado de dejar algo para poder tomar otras cosas, dejar nuestras costumbres, nuestra comodidad, incluso dejar lo que consideramos “nuestro”. Hay una declaración de dimensiones realmente fuera de nuestra humanidad que Cristo estando en Jesús declaró: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará.” (Lucas 9;23-24)

¿Será que los hombres, artistas o no, famosos o no, poderosos o no, comunes o no, no hemos estado dispuestos a renunciar a algo que podría provocar cambios?

Si continuamos leyendo este pasaje y tomamos el mensaje de Cristo, no como un maestro o solo como un hombre sabio, sino que como un Dios encarnado, que viene directamente de un origen que no es humano, sino celestial, nos daremos cuenta que Cristo coloca el énfasis en el “sí mismo”, en algo más profundo que habita en el ser humano, en su esencia más profunda, desde donde el ser puede discernir su entorno, pero por sobre todo, su propia verdad interior.